Cañas y Barro: 5
none Pág. 5 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez A poca distancia, en un ribazo que no era más que una estrecha lengua de barro entre dos aguas, vieron los de la barca un hombre en cuclillas. Los del Palmar le conocieron. -¡Es Sangonera! =gritaron-. ¡El borracho Sangonera! Y agitando sus sombreros, le preguntaban a gritos dónde la había «pillado» por la mañana y si pensaba dormirla allí. Sangonera seguía inmóvil; pero cansado de las risas y gritos de los de la barca, púsose en pie, y girando en una ligera pirueta, se dio unas cuantas palmadas en el dorso de su cuerpo con expresión de desprecio, volviendo a agacharse gravemente. Al verle de pie redoblaron las risas, excitadas por su bizarro aspecto. Llevaba el sombrero adornado con un alto penacho de flores de la Dehesa y sobre el pecho y en torno de su faja se enroscaban algunas bandas de campanillas silvestres de las que crecían entre las cañas de los ribazos. Todos hablaban de él. ¡Famoso...
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