III. Razón de Estado, Nación y Bienestar
Introducción POR este tiempo los estudios humanísticos ocupaban un lugar preponderante en Inglaterra. Erasmo, ya a comienzos del siglo XVI, en una carta dirigida a Robert Fisher, decía lo siguiente: «... preguntas si me gusta Inglaterra. Si tienes alguna confianza en mí, espero que me creas cuando digo que nunca otro lugar me ha gustado tanto. He encontrado aquí un clima tan sano como delicioso, y una gran cultura humana, no de tipo anticuado y vulgar, sino cultura clásica griega y latina, esmerada y profunda. Por eso apenas extraño a Italia, salvo por no verla. Cuando escucho a mi amigo Colet, creo oír a Platón en persona. ¿Quién no se maravillaría de la perfección y el conocimiento enciclopédico de Grocyn? ¿Qué más agudo, más hermoso y más noble que la opinión de Linacre? ¿Qué obra de la naturaleza es más gentil, más dulce o más feliz que el carácter de Tomas Moro? Pero, ¿para qué catalogar el resto? La simiente de la literatura clásica crece maravillosamente en este suelo; mejor aún lo haría si adelantaras tu regreso. El afecto de tu amigo y sus recuerdos de ti son tan vehementes que nadie habla tan frecuentemente ni tan de buen grado. Adiós. Escrita apresuradamente en Londres, el 5 de diciembre (de 1499)».
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