Introducción a Ramón María del Valle-Inclán
DON Ramón del Valle-Inclán es como el topo minador de la Generación del 98: aparece y desaparece levantando aquí y allí pequeños montoncitos de escándalo. Sí, porque Don Ramón parece de por vida empeñado en escandalizar —como también lo hacía Unamuno—, en el sentido de sorprender, de fustigar, de violentar la conciencia de una España que había salido como adormilada de un traumático siglo XIX de guerras civiles y luchas ideológicas, de un siglo XIX que se había cerrado con una Restauración y con la pérdida de los últimos girones, ya muy desgarrados, por otra parte, de un imperio colonial que, en tantos aspectos, había sido más una carga, una sangría, que un alivio o un signo de buena salud. Tenía Valle-Inclán una personalidad tan fuerte, tan definida, unas maneras y unos hábitos tan connaturales y tan arraigados, tan volcados hacia afuera, que daba —y sigue dando— la impresión de que el Valle-Inclán que paseaba su agresividad muscular y verbal por...
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