El Príncipe y el mendigoCapítulo IIEncuentro de Tom y el príncipede Mark Twain Tom se levantó hambriento, y hambriento vagó, pero con el pensamiento ocupado en las sombras esplendorosas de sus sueños ...
Grito de gloria& 160;: 36de Eduardo Acevedo Díaz Ella present& 237;a la proximidad de un gran dolor.Pero era uno de esos temperamentos que lo sofocan, que lo reconcentran y lo anidan en el pecho ...
Brenda& 160;: 9Primeros celajesde Eduardo Acevedo Díaz La se& 241;ora Orfila de Nerva, viuda de un hombre distinguido, viose a la muerte de su esposo sin familia y poseedora de una importante fortuna ...
Ismael& 160;: 14de Eduardo Acevedo Díaz Pasaron algunos d& 237;as.Jorge Almagro segu& 237;a reconcentrado y bilioso. Buscaba ocasiones para zaherir a Ismael. Una vez le reprendi& 243; por haberse ...
Ismael& 160;: 52de Eduardo Acevedo Díaz Lleg& 243;, por fin, tranquilo y radiante.En sus primeras horas, el comandante en jefe espa& 241;ol que, como Artigas, hab& 237;a intentado algunos movimientos ...
Juan Moreira El nido de desventurasde Eduardo Gutiérrez Moreira, siempre negándose a huir como se lo aconsejaban Marta y Santiago, permaneció en el rancho esperando la vuelta del amigo Julián, que ...
EL primer país que visitó en el continente fue Francia, y su visita fue acompañada de los máximos honores. Dice Maurois que la penicilina llegó a Francia, durante la guerra, a través de España y de ...
AQUEL verano el novelista no acudió a Vera. En los últimos tiempos había empezado a perder ese caudal inagotable de vida que es la curiosidad. Cuando los viejos empiezan a notar un frío y lacerante ...
Brenda& 160;: 13Crep& 250;sculo de la tardede Eduardo Acevedo Díaz Desde algunos a& 241;os atr& 225;s llamaba la atenci& 243;n en la sociedad de Montevideo cierto m& 233;dico, a quien hab& 237;an dado ...
Grito de gloria& 160;: 33de Eduardo Acevedo Díaz No fue Esteban m& 225;s afortunado que Cuar& 243; en su aventura de acorrer a Luis Mar& 237;a, cuando era & 233;ste acometido en la loma por los ...
Brenda& 160;: 34El episodiode Eduardo Acevedo Díaz & 201;pocas singulares aqu& 233;llas, de agitaci& 243;n y de conflicto acompa& 241;adas siempre de hermosos espejismos e im& 225;genes de luz, en ...
Grito de gloria& 160;: 6de Eduardo Acevedo Díaz Concluido el desarme de los brasile& 241;os, y hecho el alistamiento de los orientales, el jefe de la invasi& 243;n y el comandante general, de campa& ...
Brenda& 160;: 29Sospechade Eduardo Acevedo Díaz Hasta muchos d& 237;as despu& 233;s de este suceso, no pudo Brenda resignarse ante el vac& 237;o que dejara Zambique en su vida retra& 237;da y ...
Grito de gloria& 160;: 11de Eduardo Acevedo Díaz Don Anacleto mostrose col& 233;rico; si bien su rostro revelaba cierta & 237;ntima tranquilidad. Mont& 243; & 225;gilmente, diciendo con el entrecejo ...
Ismael& 160;: 5de Eduardo Acevedo Díaz Transcurridos algunos instantes de religiosa calma, reincorpor& 225;ronse los que se hab& 237;an puesto de rodillas, persign& 225;ndose r& 225;pidamente; una tos ...
Grito de gloria& 160;: 26de Eduardo Acevedo Díaz Bastante confusa qued& 243; Natalia con lo que Souza acababa de comunicarles; y en esta confusi& 243;n de su & 225;nimo entraban por mucho la ...
Ismael& 160;: 45de Eduardo Acevedo Díaz Quedose luego en suspenso, marchita y triste, con los ojos vagos en el espacio lejano. Despu& 233;s de algunos segundos, se volvi& 243; a Tata Melcho y levant ...
Brenda& 160;: 27Los recuerdos de Diego Lampode Eduardo Acevedo Díaz Al otro d& 237;a, por la ma& 241;ana, la se& 241;orita de Linares encontr& 225;base en su gabinete de labor, muellemente sentada en ...
Grito de gloria& 160;: 18de Eduardo Acevedo Díaz Ya en el vivac, que estaba cerca del ca& 241;ad& 243;n y de una isleta de sauquillos, Luis Mar& 237;a not& 243; muchas sombras que se mov& 237;an por ...
Grito de gloria& 160;: 35de Eduardo Acevedo Díaz Volviendo una tarde de aquel sitio, vio que de la colina del frente bajaba un carret& 243;n conducido por dos hombres.El veh& 237;culo caminaba ...
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